SOY EL GATO DE RIPLEY, MI DUEÑA ME DEJÓ PARA IRSE A UN PLANETA REPLETO DE ALIENS Y RESULTA QUE LOS QUE ACÁ ME RODEAN DÍA A DÍA SON TODOS COMO ALIENS: EXTRAÑOS Y EXTRAÑADOS A LA ESENCIA Y AL SIGNIFICADO DE LA EXISTENCIA.
NO ME CREO DIFÍCIL, NO ME CREO IMPOSIBLE.
SOLO ME CREO AZAROSAMENTE DISTANTE DE LA PERMANENCIA.

sábado, 16 de febrero de 2013


La empalizada blanca 



        
La empalizada blanca se desliza hasta el fin de la vereda
cubierta de césped
y un vacío en la blanca continuidad
me indica que es la puerta de entrada 
al cuidado y espacioso terreno
donde se yergue el bonito chalet americano
donde bajo la galería del porch
descansa un sillón de mimbre

             Y en él reconozco
             aquél viejo sillón
             donde me hacías el amor
             hamacándote  sobre mis muslos 
             y aferrada al respaldo
             con tus manos benditas
             con el secreto goce
             de las sensaciones prohibidas.




  Y de repente salen corriendo hacia mí desde detrás del cerco
  dos niños y una niña a cuál más hermoso
  felices de verme llegar.
  Un perro viejo recibiéndome con el comprensivo silencio de los años
  y un cachorro saltando y mordiéndome travieso los talones
  Dos gatos descansando en la ventana de la cocina
  y una estilizada pelirroja arreglando las flores del jardín
  vestida con un enterito
  y tocada con un sombrero de paja y ala ancha. 

               



               Y hecho trizas el sueño americano
               en la conversión sudaca de la globalización
               Planeta hipercomunicado
               entre la miseria conjunta de los marginados
               Holograma televisivo insertado en mi cabeza
               desde niño
               Comprándome la mejor carabina de repetición
               para combatir los peores enemigos internos.


 Un espacioso living con chimenea
 cortinas de gasa esparciendo tenue la luz del atardecer
 El olor a café desde la cocina
 y la malteada con los panes rebosantes de mermelada
 El sonido de la TV congraciando las travesuras hogareñas
 con el programa favorito de las cinco,
 un Flipper simpático y feliz ó un novedoso Batman psicodélico
 un dibujo picapiedras ó un Lassie codiciado
 para la cabaña de fin de semana.
 Y mientras mis hijos meriendan miro a través de la ventana
 el idílico paisaje barrial
 donde no existen las drogas ni los saqueos
 y donde el vecino me saluda mientras corta el césped
 y su mujer con las tijeras de podar en la mano
 me guiña cómplice un ojo.





                   Ayer golpeé tu puerta
                  mirabas al atardecer desde el fondo del boulevard
                  Con mis manos llenas de ira retorné al taxi
                  para dejarte abandonado mi obsequio 

                  en la entrada de tu casa
                  Y retorné a la noche para no encontrarte
                  solo tu voz hablando por teléfono
                  angelical provenía desde tu ventana
                  Y mirabas hipnotizada la corriente que bajaba
                  por ése misterio de agua donde flotabas
                  Y mi cabeza descansó sobre mis propias rodillas
                  arrojado por la desidia en el refugio
                  de la parada de colectivos
                  donde mis puños se agotaron de golpear tu puerta
                  para que el alcohol pasara a golpear mi cabeza.     


Entonces regresé al momento que caminaba por la aseada vereda al costado de la blanca empalizada
con una leve brisa que agitaba las hojas de los alerces y las hacía caer grácilmente
ante mis pasos y sobre mis hombros,
Y recordé aquél film donde de la comedia
Dick VanDyke alcanzó la tragedia
inmerso en el camino sin retorno del alcohol
inmerso como Yo ahora estoy en esta vereda
desesperanzado en el cómodo porvenir del progreso,
Acabado.
Y un ligero temblor recorrió mis espaldas y un escalofrío se apoderó repentinamente de mi ser
pero continué adelante bajando lentamente la calle
Y allá a lo lejos alcanzaba a divisar a mis vecinos prolijando el parque
y a la patrulla cruzando tranquilamente la esquina mientras los oficiales conversaban dichosos entre ellos
y a los niños correteando, jugando y andando con sus bicicletas 
y al sombrero de paja de mi mujer asomando detrás de unos arbustos

          
                    Conseguí mi casa      
                    Conseguí dos gatos y dos perros
                    Tengo un parque y una piscina
                    Faltan nimiedades como un garaje y un automóvil
                    El estéreo anda bien y en la TV color 

                    veo los mismos seriales
                    que siempre quise ver
                    Aunque a veces me sobreviene la misma sensación
                    que en la película de VanDycke
                    Y me entran deseos de emerger a asesinar a alguien
                    Cualquiera, no importa quién
                    siempre y cuando no encaje en mi sueño americano

                    de la empalizada bajita y blanca.


Avanzo hacia  la casa y ya presiento el vacío en la cerca
que anuncia la entrada
donde no son necesarias las puertas
porque ni el cartero ni el repartidor de periódicos
necesitan entrar
porque la propiedad de un hombre es sagrada
y el buzón del correo pintada su puerta de rojo asoma a la vereda 
y los diarios vuelan a través de la cerca desde la calle hasta el porch
donde mi perro lo aguarda para alcanzármelo mientras despierto
en los domingos en California por la mañana


                      Suena una canción...
                      nunca supe si ése era el nombre
                      aunque la que suena es la de Tammy Wynette
                      la misma canción de la película de Jack Nicholson
                     “Mi vida es mi vida”
                      donde Él curiosamente se encuentra 

                      en una encrucijada
                      hasta que abandona todo y se va
                      Sé fiel a tu hombre, sé fiel a tu mujer
                      Sé fiel a tu familia y a tu estilo de vida.






Y a unos metros de la entrada de la casa
ya vienen mis hijos a besarme
El vecino alza la vista para saludarme y su señora para sonreírme
Los perros giran sus hocicos hacia mi procedencia
y mi mujer interrumpe el cuidado de las flores del cantero
para mirarme
entonces y a pesar de una hermosa tarde veraniega
destella un relámpago...

y escucho el lejano eco de un trueno
y la entrada en la cerca blanca
y los ojos inocentes llenos de felicidad
y sus labios deliciosos articulando “Te amo”
y el gesto franco del amigo
y la canción de Tammy
y mis pasos
para siempre congelados.

                                                          Enero 2003.                      
                                        
 

domingo, 20 de enero de 2013

Angeles de la ruta Number one



                 Hoy el cielo amanece cubierto de nubes grises
                 Como mi alma
                 Y a lo lejos sobre el horizonte
                 Se percibe un resplandor de brasas encendidas
                     Aquella mujer que no supe tomar
                         Aquella entrega que no supe percibir
                              Aquel acercamiento que desprecié
                 Hoy retornan,
                 Hoy convergen hacia mí

                         °°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
Mi nombre es Walter, y vivo atrapado entre la pena infinita y la misericordia de un triste destino que no me atreví jamas a desafiar o al que tal vez fui incapaz de controlar.
Todo ocurrió en la primavera del ´77, cuando conducía la Chevrolet rural por un camino peligroso en un día de persistente llovizna. Regresaba con mi mujer y mi hija de unas cortas vacaciones en la montaña y así es como las circunstancias de la vida me tendieron una trampa despreciable y vil que hoy me sume en este ocaso desesperado.
Dicen que a veces lloro en las noches mientras duermo, pero dudo que sea verdad porque en las noches ya no tengo a nadie que me acompañe para constatar tal circunstancia. Desde aquel fatal accidente en que perdí a mi mujer y a mi hija la vida se me ha tornado tristemente mezquina y la doble culpa de haber sobrevivido y de ser quien conducía el automóvil muchas veces y más persistentemente que nunca me vuelve apenas tolerable el rutinario transcurrir de los días.
Hoy vivo al amparo de cuatro paredes solitarias y de dos gatos que comparten mi espacio, mis días y mi comida. A veces cuando está nublado escucho mis discos viejos  y mirando por los vidrios empañados de la ventana presiento la densa mano de la fatalidad acariciando mi porvenir.      

Hoy por la tarde he regresado del supermercado y me pareció adivinar a un lado de la ruta a través de la luneta trasera del taxi que me traía a casa (nunca más me animé a conducir un rodado) a una figura reconocible, que casi de inmediato desapareció de mi vista y de mi mente, esfumada detrás de la sutil llovizna que ha reinado durante todo el día. Sin embargo esta circunstancia me ha quedado rondando extrañamente en la cabeza, y ahora que estoy tomando sosegadamente un café apoltronado en mi sillón y observando la lluvia que insiste en caer, retorna de forma persistente para inquietar mis pensamientos.
Una etérea figura femenina, casi fantasmal, al costado de la carretera en una tarde lluviosa. Demasiados recuerdos tortuosos se apoderan de mi ser y decido prepararle la comida a los gatos para alejar estos ingratos sentimientos mientras enciendo la radio para escuchar algo de buena música clásica.
Mientras hago los menesteres en la cocina, algo extraño me sucede y detengo mentalmente el paso del tiempo acompasado con el fluir permanente del sonido de la lluvia. Y retorna la difusa imagen al costado de la ruta.
 



Ya me he calzado un impermeable, botas y he tomado un paragüas. He de averiguar de quién se trata. He de saber porqué me espera.
Los gatos se regocijan cada cual con su platito de comida que les he preparado amorosamente, mientras voy cerrando el portón de acceso y me alejo desandando el lluvioso camino que horas antes había recorrido con el taxi.




Sus ojos turbios con el rimel corrido por efecto de las gotas de la lluvia que no cesa de caer. Su coloreado cabello con un artificial tono rojizo, sus delicadas manos burdamente arregladas con uñas postizas, su forzada pose falsamente sensual y esa afectada manera de hablar. Todo se confabula para molestarme sobremanera, todo aparenta ser una ridícula burla del destino. No se insulta a la lluvia, no se juega con el supremo peligro de los accidentes carreteros.

No se aparenta lo que uno no es.
Cuando le doy por aceptado el precio que me pide, se acerca y violentamente se pega a mi cuerpo exhalándome en el rostro un aliento mezcla de menta y tabaco, lo que me hace retroceder perceptiblemente. Sin embargo ello no impide que me manotee, de manera súbita y casi salvaje, acariciándome la bragueta.
En tanto corroboro al palpar el mango del afilado cuchillo que llevo escondido en el bolsillo del impermeable, lo que me da una inmensa seguridad y es entonces cuando una tibia sensación inunda mi espíritu y de inmediato me veo en la cabina del auto en aquél fatídico día, cuando de pronto lo veo al travestido interrumpiendo mi paso, por culpa del cual debo girar bruscamente la dirección perdiendo el control del rodado. 





Por respeto a mi hija y a mi mujer debo hacer algo, por el eterno vacío que acongoja mis días debo combatir a estos infernales ángeles del camino. La lluvia lavará la desidia, la burla y el remordimiento. La lluvia lavará la preciada sangre derramada.

Aún no cesa de llover cuando retorno a casa, justo a tiempo para deleitarme con la escucha de mi programa favorito de radio. Mientras, mis gatos me esperan felices apoltronados en sus respectivos almohadones.


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El sol acaricia dulcemente las hojas de los árboles y se derrama perezosamente sobre el intenso verde del césped. Arreglo mi jardín, hoy han brotado unas hermosas dalias gracias a la lluvia de estos días pasados, cuando el cartero me saluda amablemente y deposita la correspondencia en mi buzón, la vecina de al lado se me acerca y elogia las flores que me he empeñado en cuidar. Le ofrezco un par de ellas mientras juego con su perro, un Gran Danés llamado Ganímedes, que parece estimarme especialmente. Luego de cruzar unas palabras, mi vecina se retira a su casa mientras aprovecho a regresar a la mía a afrontar unas cuantas tareas pendientes que pienso concluirlas mientras disfruto de este estupendo día.
Mis gatos retozan al sol y no creo que llueva hasta dentro de mucho tiempo, por lo que no habrá ángeles esperando en la ruta.

 


                                          FIN