Cerveja escura

Cerveza negra y tabla de quesos ...y a escribir, carajo!

El hombre que siempre cerraba las persianas por la noche a la misma hora y usaba apoyavasos para no dejar marcados los muebles.
Pero un día algo funcionó mal, y los apoyavasos volaron por las ventanas y dispararon la alarma periférica que inusitadamente se desprogramó y tuvo que deshabilitarla desde la central para que dejara de sonar.
Entonces una brisa hermosamente fresca entró por las ventanas, que proseguían abiertas de par en par y luego de arrasar con los cuidados manuscritos que atesoraba en su biblioteca de rústica madera, lo envolvió en un irresistible torbellino que lo remontó violentamente hacia el hiperespacio astronómico, presisamente hasta Alfa-Centauri.
Pero ése fué su espíritu, porque su cuerpo quedó inerte sentado frente a la computadora leyendo un texto de Enrique Symns mientras sonaba de fondo en modo repetición en el Windows Media un tema de John Loudermilk.
Lo encontraron así, luego de que acudiesen a su casa las fuerzas del orden, porque los vecinos se quejaron de los constantes maullidos de sus gatos, que trataban infructuosamente de despertarlo junto a sus dos perros que no hacían otra cosa que aullarle a una lejana estrella localizada en la constelación de Alfa-Centauri.

Va por vos, para vos.
(cualquier referencia al tema de Zas y al de Pescado Rabioso -Mi espíritu se fué-, es puramente real)